La música surgía del silencio;
de los campos solitarios
y el color gris del invierno.
Hablaba de la soledad del hombre,
de historias jamás contadas,
de las aves que un día
se alejaron sobre las montañas.
Si escuchabas el silencio
oías hablar a las briznas de hierba
y el cántico de los abetos;
el agudo llanto de la tierra,
el susurro del cielo
y el murmullo continuo de las piedras.
Los días grises hablan de soledad
pero la tristeza es un sentimiento inventado
que surge cuando estas en la ciudad.
La peor soledad es cuando estas acompañado
y aun te sientes solo,
porque aun cuando lo tienes todo
te ahogas en los adoquines y el asfalto
y ves pasar sobre tu cuerpo;
la derrota y el fracaso.
Los cadáveres de los sueños
son hundidos, poco a poco, en el fango.
Suavemente, la lluvia borra las huellas;
el eco de otra época se debilita
y el agricultor de los campos de sueños
trabaja otra vez en mi parcela de vida.
Me enciendo como la llama,
que crece, lentamente, con la leña.
Se tiñe el color de las palabras,
mientras el autobús sigue surcando la carretera.
miércoles, 4 de febrero de 2009
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